MADRE CABRINI

Su Historia (Por Liliana T. Negre de Alonso)

La Fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón, Madre Francisca Javier Cabrini, vivió desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el año 1917.

Nació en Lombardía, en Sant´Angelo Lodigiano, Italia, el 15 de julio de 1850 en el seno de una familia de una profunda fe, creciendo junto a dos hermanas y un hermano mayores que ella. Tuvo otros siete hermanos que fallecieron tempranamente.

Sus padres fueron Agostino Cabrini y Stella Oldini, ambos de una enorme fe que supieron transmitir a sus hijos. Su hermana Rosa era mayor que ella y un verdadero modelo de vida que Madre Cabrini supo seguir.

En su infancia se hizo espontáneo y cada vez más consciente y comprometido el sueño de ser religiosa misionera deseando poner en el corazón de quienes se le acercaban el amor seguro y decidido que se estaba desarrollando en el suyo.

En sus primeros años de vida, Madre Cabrini había soñado espacios sin fronteras llenando barquitos de papel con violetas en el Vénera, pequeño riachuelo de Livraga, donde jugaba cuando era pequeña, viéndolos alejarse llevados por la corriente y pensando que las flores eran sus futuras Hermanas que viajaban a misionar. Sus sueños maduraron en el dolor transformándose en sólidos ideales a favor de los más necesitados.

Contaba que el día de su Confirmación, cuando aún tenía siete años, sentía algo que casi no podía explicar, le pareció no estar ya sobre la tierra, teniendo su corazón pleno de un gozo purísimo.

Ya en su adolescencia Francisca Cabrini se inscribió en la Escuela Normal de Arluno, pueblo muy cercano a Sant`Angelo, a fin de graduarse de maestra de escuela.

Dicha Escuela estaba en manos de las Hijas del Sagrado Corazón, que formaban e instruían a las futuras maestras. Ahí vivió Madre Cabrini durante casi cinco años, hasta 1868, año en que se graduó.

Siguiendo la costumbre de la época, las internas vivían en el convento con las religiosas. El progreso espiritual de Francisca Cabrini, que estaba a la altura de las religiosas en espíritu de oración y de sacrificio, fue enorme.

Es así como pidió su ingreso como religiosa en las Hijas del Sagrado Corazón, ya que su atracción por la vida consagrada había sido constante desde sus primeros años. Vivió seis años en la Casa de la Providencia, lugar donde recibió el hábito religioso.

Su formación religiosa dio uno de sus mayores frutos el día 14 de noviembre de 1880. Ese día, a los 30 años de edad, junto a otras 7 religiosas, emprende la maravillosa y osada misión de crear una congregación misionera en Codogno (Ciudad italiana situada a 60 Km. de Milán, a 58 metros sobre el nivel del mar, en el bajo Lodigiano).

Esta localidad bañada por las cristalinas aguas de tres ríos Po, Llambro y Ticino va a ser el epicentro del Proyecto Cabriniano, impulsado por las proféticas palabras del Obispo de Lodi Monseñor Domenico Gelmini: "Tu quieres hacerte misionera, yo no conozco Instituto misionero, funda tu uno".

Un antiguo convento franciscano, abandonado desde la época de Napoleón, se convirtió en el lugar elegido como matriz de su accionar misionero que trascendió Europa y se propagó por toda América y el mundo, y cuya finalidad fue, y es, el inagotable amor del Corazón de Jesús. En dicho convento inició su Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón, como quiso llamarlo, defendiendo con firmeza aquel título de "Misioneras".

Allí ingresaron, un 10 de noviembre de 1880, las siete hermanas. Es interesante recrear el momento a través de las memorias del Instituto: "por la noche, Madre Cabrini sin conocer la casa, en la oscuridad nos acompaño a cada una a su cuarto y daba la impresión que ella conociera todo el convento al verla como se movía con tanta seguridad" … "la casa estaba vacía y a las Hermanas les hacía falta todo. Para la escasa comida no tenía ni los cubiertos suficientes, algunas comían con el tenedor, otras con la cuchara … pero tenía paz y alegría desbordantes".

En una de las humildes habitaciones del ex convento Madre Cabrini con sus compañeras improvisaron una capilla donde el 14 de noviembre de 1880 Monseñor Serrati celebró la Santa Misa, las religiosas hicieron voto de profesión y Madre Cabrini agregó a su nombre el de Javier en recuerdo de San Francisco Javier, Patrono de las Misiones.

Este es el lugar desde donde se irradió el Amor de Jesús al Mundo a través del accionar de una mujer aparentemente frágil pero de una fuerza espiritual ciclópea que funde su corazón en el de Cristo e impulsada por Él es que se entrega a los más necesitados, a los desamparados y a los que sufren.

Por ese motivo es que en Codogno se encuentra la reliquia más preciada de Madre Cabrini: "su corazón", el cual se encuentra en una Iglesia que se construyó después de su muerte, denominada Tabor.

Además se halla la habitación de la Santa con algunas de sus pertenencias, custodiada y conservada con mucho amor por las Hermanas.

Este cuarto ha sido testigo de sus largas vigilias, de interminables e íntimos coloquios con Dios. Allí redactó las Reglas de su Instituto y escribió numerosas cartas postulares y de agradecimiento.

Por eso se ha convertido en la actualidad en un sitio de peregrinación y oración para la grey católica Universal. Resulta movilizante poder contemplar los numerosos mensajes que diferentes peregrinos deslizan bajo la almohada de la cama que pertenecía a la Santa, buscando alivio a los problemas que los aquejan.

En ese entonces era imposible predecir que esa joven maestra, con una clara y precoz vocación religiosa, llegaría a realizar 67 fundaciones en América y Europa, en el transcurso de sus 67 años de existencia. Fueron proféticas las palabras del Papa León XIII, su protector y amigo: "Acércate Cabrini, tienes el espíritu de Dios, llévalo por todo el mundo."

Su mayor atracción era el Corazón de Jesús, soñando con la misión en China. Sin embargo, cuando la Iglesia, en la persona del Papa León XIII, le indicó el camino de los emigrantes en América, ahí dirigió sus pasos convirtiéndose para todos en compañía y esperanza.

Madre Cabrini que desde pequeña soñaba con ir a Oriente a misionar, entendió que la voluntad de Dios, expresada por las palabras del Papa León XIII, era venir a América, más precisamente a Nueva York adonde habían llegado muchos inmigrantes italianos que debían enfrentarse a duras condiciones de vida tanto en lo material como en lo espiritual: tratando de sortear la barrera del idioma, de insertarse en una sociedad que no los recibía como hermanos.

Así, sin más, entregando su misión al Sagrado Corazón, también se embarcó rumbo a América, a ponerse en contacto con aquellos hombres y mujeres que pretendían comenzar una nueva vida en otro lugar lejano a su tierra natal, a brindarles su apoyo.

Y no fueron sólo palabras. Fue fundadora de escuelas, de asilos y de hospitales. Visitó con sus hermanas a los más débiles, a los pequeños de Dios: a los huérfanos, a los enfermos, a los presos. Amó en ellos al mismo Jesús.

Madre Cabrini comprendía el sufrimiento de los inmigrantes porque ella misma se había alejado de su Patria. Pero jamás se había alejado de la voluntad de Dios. Y allí radicaba su fuerza espiritual. Allí estaba el secreto de la grandiosidad de su obra.

Así fue como se embarcó hacia América en La Haya, el 23 de marzo de 1889, en la nave de carga "Bourgogne" a bordo de la cual viajaban más de 1.500 inmigrantes. Durante la travesía se desató una tormenta pasando duras pruebas.

El 31 de marzo, las primeras siete "Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús" llegaron a suelo americano.

No les resultó fácil instalarse en Nueva York, Ciudad a la cual arribaron primeramente, ya que la casa donde debían hospedarse no existía más. Su decidida intención de permanecer en suelo americano hace que organicen una escuela para inmigrantes antes que el orfanato que pensaban crear.

Poco tiempo después de su llegada a la Ciudad de Nueva York, en junio de 1889, las Hermanas visitaban los apartamentos más pobres, los subterráneos donde vivían amontonados los emigrantes, y entraban en lugares donde ni siquiera la policía se atrevía a ingresar sin protección; haciéndose emigrantes con los emigrantes para poder auxiliar a los miles de italianos que se encontraban sumidos en la pobreza y la desolación, y a los niños que quedaban solos lustrando zapatos por las calles mientras sus padres estaban sometidos a las tareas más pesadas para poder sobrevivir.

En el año 1890 fundó el noviciado americano con otras siete misioneras.

Más tarde partió con catorce hermanas para Nicaragua. Después de un viaje largo y dificultoso, en el mes de diciembre de 1891 inauguró el Colegio de Granada.

Luego decidió regresar a Nueva York recorriendo la costa atlántica pasando por la zona habitada por las comunidades indígenas Misskito, realizando un viaje nada fácil y llevando consigo sólo a una joven indígena como intérprete. No obstante las dificultades trató de ayudar a estas comunidades de América.

Después de haber estado nuevamente en Roma y de haber obtenido audiencia con el Papa, éste la impulsa a proseguir con su obra. En los planes de Madre Cabrini había llegado la hora de la República Argentina, hacia donde se habían dirigido centenares de inmigrantes.

El objeto de este viaje fue realizar una fundación en nuestro País, donde su celo misionero encontró un vasto campo de acción y también posibilidades para que sus Hermanas se establecieran.

Esta vez la Santa Misionera emprendió un viaje largo y fatigoso, partiendo de Panamá hacia la República Argentina a través de la Cordillera de los Andes.

Con estas palabras las Hermanas de Panamá, despidieron a Madre Francisca Javier: "¡Qué viaje tan largo y difícil emprende ahora la Madre!". Era el 12 de octubre de 1895 y junto a la Hermana Clara inició el fatigoso viaje, que incluyó una escala en Lima, lugar en donde la Madre se encomienda a Santa Rosa, en el momento de visitar su tumba.

Debió enfrentarse ante todo con la fatiga de una navegación lenta a lo largo de las costas de América Meridional, bañadas por el Océano Pacífico. Luego, tuvo que soportar la difícil travesía de la inmensa cadena montañosa abriéndose camino por entre la nieve.

El 23 de noviembre de 1895, desde Santiago de Chile, parte la caravana organizada por la Compañía Transandina y Francisca Cabrini figura entre los viajeros.

Así, llegó a nuestro País a través de la Cordillera de los Andes y llevó a cabo esa empresa a los cuarenta y cinco años con la misma desenvoltura con que había desafiado otras empresas espirituales anteriores.

El viaje en su totalidad duró desde el 12 de octubre al 1 de diciembre de 1895, llegando a un país, el nuestro, donde no tenía personas conocidas. Sin embargo, en poco tiempo pudo realizar un trabajo que a todos les pareció un milagro por los frutos que dejó.

Los primeros días de diciembre de 1895, las Hermanas Clara y Francisca se hospedaron en la casa de las Hermanas de la Misericordia, contando con la ayuda del Padre Broggi para contactarse con las autoridades civiles y eclesiásticas de la Ciudad de Buenos Aires.

A pesar de los obstáculos existentes, especialmente el idioma, y después de mucho caminar en busca de una casa que le permitiera concretar su deseo de establecer un centro educativo en esta Ciudad, Madre Cabrini encuentra el lugar ideal, dando origen así a su primera fundación en la República Argentina.

De este modo, el 8 de mayo de 1896 abre sus puertas, en honor a la Santa de Lima, el Colegio Santa Rosa en pleno centro porteño.

Posteriormente, parte desde la Ciudad de Buenos Aires, en agosto de 1896, hacia la de Barcelona.

Nuevamente, en diciembre del año 1900, Madre Cabrini partió desde Génova para dirigirse por segunda vez a la República Argentina, en cuya Ciudad Capital pasó la primera mitad del año 1901.

Trayendo consigo las mayores gracias, la Reverendísima y venerada Madre Fundadora, Francisca Javier Cabrini, después de su segunda llegada a la Argentina se puso con todas las fuerzas a expandir y difundir el Instituto en varias provincias que se lo habían solicitado.

Durante su permanencia en la Ciudad de Buenos Aires trasladó un Colegio, que había fundado en su viaje anterior, al barrio de Caballito y en el barrio de Flores abrió un orfanato para los emigrantes más pobres.

Desde Buenos Aires dispuso enviar dos hermanas, cuyos nombres eran Costanza Cambieri y Ana Lombardi, a la Ciudad de Mendoza para realizar la fundación de una nueva institución. Sin embargo, la misma no pudo realizarse y, luego de cuarenta días, la Madre Cabrini hace que abandonen dicha Ciudad y emprendan el regreso.

El día 13 de abril de 1901 dichas dos Hermanas arriban a la actual Ciudad de Villa Mercedes de la Provincia de San Luis, resueltas a no marcharse sin antes dar todos los pasos posibles que tendiesen a abrir el camino para una nueva fundación allí.

En esta última Ciudad se comunicaron con el Padre Felix Gómez, quien no podía él sólo atender a todas las necesidades de los feligreses de la zona.

Ambas recibieron hospedaje en la casa de la señora Mercedes Ortiz de Ramallo, la cual mostró un gran gesto de generosidad con esta acción y, posteriormente, también dio hospedaje a Madre Cabrini.

Asimismo, muchas familias se mostraron deseosas e interesadas en que las recién llegadas pensaran en la fundación de un colegio para los niños de la Ciudad.

Mientras recorrían Villa Mercedes las dos Hermanas fueron recibiendo donaciones de dinero y bienes muebles para comenzar con su obra de parte de sus generosos vecinos.

Por ese entonces, año 1901, Madre Cabrini se encontraba difundiendo el Instituto en la Ciudad de Rosario de la Provincia de Santa Fe, abocada a la tarea de la fundación de un Colegio Internacional.

Posteriormente, llega en tren ella en persona a la Ciudad de Villa Mercedes el día 23 de mayo de 1901 a las 16:30 horas. Las dos hermanas aludidas, junto a un gran número personas, se reunieron para esperarla, lo cual alegró mucho su llegada y una inmensa felicidad inundó su corazón.

No obstante el cansancio del largo viaje, Madre Cabrini intercambió los augurios y felicitaciones. Luego tomó un breve descanso y quiso salir en busca de una casa para fundar un Colegio. Ese mismo día la encuentra y el 24 de mayo le hacen entrega de las llaves.

Narra la tradición que un niño vendiendo un casal de palomas blancas se encontraba en el lugar y que se las ofreció a la Madre, quien vislumbró en este hecho una señal del Espíritu Santo.

Este inmueble se hallaba en la intersección de las calles Pringles y Pedernera de la Ciudad de Villa Mercedes. Señaliza el sitio histórico en la actualidad un prominente relieve en bronce, ejecutado por el escultor Roberto Tessi, quien ideó y plasmó su creación en los talleres de la Escuela Superior de Bellas Artes "Antonio E. Agüero". Dicho relieve se inauguró el 22 de noviembre de 1995.

Para poder encontrar dicha casa, recorrió toda la Ciudad de Villa Mercedes hasta encontrar una que le pareció adecuada y la mejor de las ya visitadas. Sin embargo, es interesante señalar que cuando venía transitando por la calle principal (hoy Avenida Mitre 1222), a Madre Cabrini le quedo claro que ese era el lugar ideal para construir el colegio que actualmente funciona en esa dirección, pues consideraba que era el centro geográfico de la Ciudad, sueño que se hizo realidad en la década del sesenta del siglo XX.

Se puede decir que, apenas llegó, ya encontró el local para el Colegio con aquella actividad y energía que la distinguían en todos los trabajos que proyectaba en bien de las personas.

Al otro día, muy temprano, visitó a las familias que le habían prestado colaboración a sus hijas en el momento de su arribo a la Ciudad.

Envió un telegrama llamando a lagunas Hermanas, que estaban en la Ciudad de Buenos Aires, para constituir la primera comunidad de la Ciudad de Villa Mercedes. Además las proveyó de todo lo necesario para desarrollar sus vidas allí.

Cabe destacar que para abrir el nuevo Colegio se había solicitado autorización y realizado todos los trámites correspondientes ante el Consejo de Educación de la Provincia de San Luis.

Luego de haberla obtenido, Madre Cabrini peticionó a dicho Organismo Educativo el envío de algunos útiles y muebles para el equipamiento del mismo. A continuación se detalla la lista de lo solicitado: 40 bancos, 6 mesitas escritorios, 2 pizarrones, 1 pizarrón cuadricular, 3 escuadras y compases, 2 semicírculos graduados, 3 tableros contador, 1 esfera terrestre, 1 colección de sólidos, 1 plancha de botánica, 1 de zoología, 1 de minerología, 1 colección de carteles para la lectura, 1 juego completo de mapas, 1 mapa de la República Argentina, 1 mapa de la Provincia de San Luis, útiles para gimnasia y perchas. Esta nota fue enviada a su vez por el destinatario a la oficina de depósitos para que se informara del material disponible.

Como se puede inferir del listado precedente, Madre Cabrini, como buena docente, conocía las necesidades de un establecimiento educativo y bregaba por una educación integral de las niñas, no descuidando ningún aspecto.

El 25 de mayo de 1901, aniversario de la Revolución de Mayo de 1810, fue invitada por las autoridades civiles a los actos conmemorativos, asistiendo ella a los mismos acompañada por Sor Francisca Merati.

En relación a esto último, quiero mencionar que hoy, después de tantos años, nos colma de emoción imaginar a Madre Cabrini caminando por las calles de nuestra querida Ciudad de Villa Mercedes, trasladándose desde la estación del Ferrocarril hacia el corazón de la misma, por esas arterias, en el otoñal y ventoso clima del mes de mayo, conversando con los comerciantes y pobladores del primer año del siglo XX y compartiendo una de sus principales fechas Patrias.

El 26 de mayo de 1901 fue ella personalmente a esperar a la Estación Ferroviaria a las Hermanas que, arribadas de la Ciudad de Buenos Aires, venían para formar la comunidad de Villa Mercedes; recibiéndolas con sincero y maternal afecto. Las recién llegadas eran: Madre Nazzarena Scalvini, Madre Pierina Scollavizza y Sor Concetta Arnaboldi

Ese mismo día, 26 de mayo de 1901, Santa Francisca Javier Cabrini fundó el "Colegio Sagrado Corazón" en la Ciudad de Villa Mercedes, el cual ya cumplió más de cien años brindando formación a varias generaciones. Madre Cabrini fue su primera Directora.

A fines de junio de 1901 la comunidad de Villa Mercedes despidió con gran pesar a Madre Cabrini, quien tuvo que viajar a la Ciudad de Buenos Aires para ocuparse de las otras fundaciones, quedando como Superiora de la flamante Comunidad Religiosa la Hermana Constanza Cambieri. No obstante ello, desde la Capital Federal, continuó mandando todo lo necesario para sus hijas y su fundación escolar.

Mientras tanto las Hermanas repartían sus días ayudando en la Parroquia a través de la catequesis, visitando a los enfermos y prisioneros, visitando a las familias de las quintas y campos de los alrededores, además de reparar y acondicionar el edificio del Colegio, para lo cual se hizo necesario pedir colaboraciones y organizar rifas.

En cierta ocasión que las Hermanas recorrían la Ciudad de Villa Mercedes con dicho propósito, un hombre les donó $20.-, suma que era importante para la época. Las religiosas no imaginaron que dicho señor, llamado Henry de Boucherville, de origen francés, sería el futuro benefactor de la Comunidad.

Henry de Boucherville, maravillado por poder comunicarse en su lengua materna con las Hermanas, quienes habían residido un largo tiempo en la Casa fundada en París por la Santa Madre, les ofrece un carruaje para que pudieran trasladarse a lugares más alejados, solicitándole a su vez que se contactaran y atendieran las necesidades de la colectividad francesa allí existente.

Años más tarde, el generoso protector deberá retornar a su Patria natal, dejando a las Hermanas el mobiliario de su casa y solicitando a su apoderado, el señor Valentín Moyetta, la entrega del monto $ 200 anuales, extraídos de la renta de sus propiedades.

A principio del año 1908, éste enviará desde París un delicado templete para la exposición del Santísimo Sacramento, dos ángeles, un vía crucis, varias cajas de láminas con representaciones religiosas y un hermoso cáliz para el capellán del Colegio.

En el mes de Octubre de 1909 la Superiora de la Casa, Hermana Pía Dona, recibe una epístola del Señor Boucherville en la que éste expresa su deseo de donar una manzana y media de terreno, donde vivían en ese momento dos ahijados suyos (el matrimonio Clemente y Jacques Pechín, de 64 y 66 años), ubicada sobre las calles Mitre, Corrientes y una calle sin abrir "para el naciente", y otra manzana "para el poniente" situada entre las arterias San Luis, Mitre, 3 de febrero (actual Pedernera) y una calle sin abrir.

En cuanto a la primera propiedad, ocupada por los esposos Pechín, no se podía usufructuar hasta el fallecimiento de ambos, debiendo bregar las Hermanas por la atención de los ancianos.

Luego de consultar a Madre Cabrini se acepta esta donación, siendo éste el lugar donde actualmente se encuentra emplazado el "Colegio Sagrado Corazón".

El trabajo en la casa era mucho. Tenían que visitar a los enfermos en los momentos de dolor, para infundirles palabras de aliento, y enseñar el catecismo a los niños.

Los primeros años transcurrieron sin grandes novedades, la nueva Casa se distinguía por el elevado nivel de enseñanza.

Así fue creciendo el Colegio en número de alumnos y se fueron realizando los arreglos necesarios para mejorarla cada vez más.

La pujante Escuela Primaria de las misioneras recibía año tras año una mayor cantidad de alumnos .

En la década del cuarenta del siglo XX comienzan a dictarse también clases de bordados y cocina.

A fines de la década del cuarenta reciben alumnos varones pero sólo en primer grado superior.

En los años cincuenta se ven en la necesidad de construir un nuevo edificio más grande, comenzando así el sueño del nivel secundario. El nuevo Colegio se construyó en el terreno que había elegido Madre Cabrini cincuenta años atrás. Ello fue posible, como se dijo precedentemente, gracias a la donación del terreno y dinero para la construcción del edificio por parte de los hermanos BOUCHERVILLE.

Así fue creciendo la construcción de la nueva Casa con planta alta lista para una escuela secundaria, abriendo sus puertas en el año 1962.

El nuevo edificio albergó durante años a niñas de poblaciones cercanas en las cuales no podían realizar sus estudios secundarios

En la actualidad en la República Argentina hay en total siete colegios pertenecientes a la Congregación. Dos de ellos en la Ciudad de Villa Mercedes de la Provincia de San Luis, uno en la Ciudad de Rosario de la Provincia de Santa Fe, otro en la Provincia de Buenos Aires y tres en la Ciudad de Buenos Aires.

Ya en la Ciudad de Buenos Aires, Madre Cabrini recorrió durante siete meses todo el territorio pampeano, a pesar de la fastidiosa fiebre intermitente que padecía.

Toda esta gran obra se realiza a partir de Madre Cabrini, la cual era una religiosa frágil, débil, hasta enfermiza desde su niñez. Pero se atrevió a soñar. A soñar con una misión grandiosa. Pero también supo reconocer su propia debilidad y darse cuenta que nada se alcanza sin la ayuda de Dios

Usó su libertad para entregarse y ser una herramienta para ayudar a otros; eligió obedecer la voluntad divina, confiar en la Providencia, esperar o actuar cuando Dios se lo pedía. Porque sabía "escucharlo"; porque comprendía lo que Él esperaba de ella.

Pero no fue pasiva. Todo lo contrario. Era actividad, era ejecución, era decisión.

Se atrevió a soñar. Pero además, se atrevió a dejarse llevar por los caminos por donde su Amado Jesús la llevara.

Por eso el valor cabriniano que queremos compartir hoy, a través del presente proyecto, es la capacidad de tener un corazón con alas, capaz de trascender las propias fronteras, para acoger al que es diverso, para compartir con el extranjero el mismo ideal de fraternidad.

Hoy, en este nuevo tiempo de postmodernismo, en el que existe una crisis de valores , nuestro país no escapa a ella. Y la herencia de Santa Francisca Javier debe ser vivida por nosotros, para hacer que el Amor sea el eje alrededor del cual vuelva a girar nuestra realidad atravesada por el egoísmo, el individualismo y la indiferencia generalizados.

Si amamos, como lo hizo Madre Francisca Javier Cabrini, todo lo que hagamos irá de la mano de los valores superiores. Al decir de San Agustín : "Ama y haz lo que quieras". Y según las propias palabras de Madre Cabrini : "No es tiempo para que el amor permanezca oculto, sino para que se manifieste vivo y verdadero". Lo dijo hace un siglo y aun hoy tiene una vigencia inusitada.

Porque el amor no es una palabra. No existe si no se traduce en hechos concretos, como los realizados por Madre Cabrini y sus Hermanas, que signifiquen ponerse al servicio del ser humano, y hacer ni más ni menos que lo que nos corresponde hacer a cada uno, desde nuestro lugar, desde el aquí y el ahora.

Es importante señalar que dentro de las Misiones Cabrinianas también existe el voluntariado, para que nadie se quede fuera. Se trata generalmente de jóvenes que todavía no se han establecido del todo en un trabajo estable y por lo tanto pueden ofrecer uno o dos años de trabajo misionero. Ellos van voluntariamente a cualquier lugar del mundo donde están las Misioneras del Sagrado Corazón. Hacen una dura preparación, en misiones locales al principio y luego en el exterior. Pero nunca inferior a un año.

Como podemos apreciar, en la familia cabriniana para misionar hay espacio siempre y en todo lugar.

Ello lo inició Madre Cabrini, la cual fue adónde el Corazón de Jesús le pedía que fuera, viendo en los ojos de los más necesitados, los desarraigados, los pobres, al mismo Jesús.

Para eso tuvo que renunciar a sí misma y entregar su vida misionera.

Santa Francisca Javier Cabrini nunca descuidaba lo que se le pedía realizar en bien de los demás, hasta llegar al límite de las posibilidades.

Su entrega fue especialmente realizada a favor de los emigrantes. En la población mundial, una persona de cada cincuenta es emigrante. Actualmente, más de 130 millones de personas viven en un país diferente de aquel en donde nacieron. Por las calles de cada continente se encuentran las víctimas del hambre, de la guerra, del genocidio, de las violaciones de los derechos humanos, del desequilibrio entre los países ricos y los países pobres.

La América de Madre Cabrini, de fines del siglo XIX y principios del XX, era el refugio de los campesinos y de los jornaleros italianos que escapaban de la miseria, así como también el de personas de otras nacionalidades.

Ella se arriesgaba con audacia, junto con sus Hermanas, en los barrios urbanos más poblados de inmigrantes y más peligrosos, en las minas, en los campos más aislados, etc.; siempre impulsada por la compasión y por la firme decisión de hacer todo lo posible para aliviar los sufrimientos y la soledad, promoviendo a las personas con dignidad y sosteniéndolas en la esperanza.

En un período que fue de profunda transformación social y de enorme sufrimiento para los inmigrantes, casi siempre olvidados y explotados, no había espacio para la indiferencia.

Ella escribió en el año 1906: "...son muy pocos los que saben que nuestro Instituto utiliza sus fuerzas principales para socorrer las necesidades materiales y morales de nuestros pobres italianos en el extranjero. Pero después será para todos de gran satisfacción ver que hay quién, sin hacer ruido pero con el trabajo y fatiga ímproba, contribuye para poner en alto el nombre italiano en países que no se contentan con las palabras sino con los hechos y hechos reales."

La apreciación de la identidad cultural de los emigrantes que buscan la integración en los países de acogida será un tema constante en Madre Cabrini.

Su contribución con su ejemplo y sus reflexiones en lo que se refiere a la atención pastoral de los emigrantes, se derivaba del deseo de encontrar una adecuada solución a sus problemas personales y sociales.

Como se dijo, Madre Cabrini era maestra diplomada y las instituciones educativas y de asistencia se fueron estableciendo con una generosa determinación y rápidos movimientos. Junto a estas instituciones se fue formando la comunidad de los emigrantes, manteniendo su sentido de pertenencia y teniendo presente el papel clave de la comunidad emigrada.

El Papa Pío XII, al proclamarla Patrona Universal de los Emigrantes, la definió como a "Madre de los Emigrantes". El Papa Juan Pablo II le agregó después: "Madre afectuosa e incansable".

En efecto, la Madre Cabrini al describir a sus Hermanas, escribió una nota autobiográfica sobre la femineidad en la pastoral de la emigración: ..."le llaman madres y hermanas, y ellos (los emigrantes) sienten que esas palabras no son vacías porque saben que esos títulos corresponden a corazones verdaderamente maternales, que palpitan juntos y que dejan de pensar en sí mismas, ellas hacen suyos sus intereses, sus penas, sus alegrías...".

Otra de sus mayores preocupaciones era los niños. Desde el inicio, su programa fue: "Tomamos a los niños desde los 4 a los 15 años de edad; les damos una casa, alimento y vestidos, los formamos física y mentalmente para que sean buenos ciudadanos ....y ojalá pronto podamos hacer algo más."

El sentido de la urgencia y su ímpetu interior, en poco tiempo le permitió el desarrollo de las obras con intuiciones de método que todavía hoy sorprenden.

A Madre Cabrini le interesaba toda la persona con sus realidades física y espiritual, sin condicionamientos.

Orfanatos, escuelas y hospitales surgieron en las distintas ciudades y países, manteniendo el contacto con los seres humanos también a través de las visitas a las familias y a los prisioneros.

Su dinamismo misionero y espiritual fue uniendo y coordinando todo, transformándolo en fuente de creatividad aún en los momentos de crisis.

Su desaparición física se produjo el 22 de diciembre de 1917, dejando 67 fundaciones y alrededor de 1300 Misioneras.

Fue beatificada el 13 de noviembre de 1938, canonizada el 7 de julio de 1946 y proclamada Patrona de los Emigrantes en el año 1950.

América se conmovió ante la noticia de su desaparición física, proclamándola, los inmigrantes, su Santa, antes aún de que fuese promovida la causa de su canonización.

Ella, a pesar de los años transcurridos desde su fallecimiento, continúa siendo más actual que nunca y habla con su ejemplo y con sus enseñanzas.

En el torbellino de las migraciones actuales, su figura nos muestra el camino de la acogida y de la solidaridad para alcanzar un presente y un futuro de buena convivencia enriquecedora.

El Papa Juan Pablo II, el 19 de febrero de 1995, nos ha recordado que la construcción de este futuro "requiere corazones maternos como aquel de Madre Cabrini, enriquecidos con el potencial del ánimo femenino y refinado con el amor evangélico.".

De este modo, la obra misionera, emprendida por Madre Cabrini en 1880 y continuado por las Misioneras del Sagrado Corazón hasta el día de hoy, se ha ido desarrollando y transformando para responder a los acontecimientos históricos que la han ido estimulando y que continúan motivándola.

Con el pasar del tiempo, a través de los años, el Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón se ha visto reorganizado más de una vez pero siempre ha conservado el espíritu infundido por su Fundadora. Tanto es esto así que, luego de más de un siglo, el lema elegido por la Congregación para celebrar y conmemorar estos 125 años de la Fundación del Instituto es: "Madre Cabrini, una herencia para disfrutar y compartir"

Desde los inicios de su Fundación, las Misioneras del Sagrado Corazón se han dedicado a trabajar siempre al servicio de la gente más necesitada. Su actividad se brindó en los sectores donde es posible la promoción humana integral (educación formal y popular), la defensa de la vida (hospitales, dispensarios, etc.), la opción por los pobres y por los más pobres y abandonados (obras sociales, actividades comunitarias, etc.).

Actualmente, las Misioneras del Sagrado Corazón trabajan en Europa (Italia, Francia, Inglaterra, Suiza, Portugal, España, Siberia); en América (Argentina, Estados Unidos, Brasil, Guatemala, Nicaragua); en África (Swaziland); en Asia (Taiwan); en Oceanía (Australia).

Las Misioneras eligen la inserción, es decir, compartir la vida de los pobres, participando de sus esperanzas, de sus inseguridades y de sus frustraciones. Todo desde la mística de la fragilidad y de la debilidad, como alternativa a la mentalidad de fuerza y de poder, típica de nuestro mundo de la eficiencia.

En el espíritu de esta mística han surgido nuevas comunidades de inserción en Brasil, en Argentina, en Europa y en Estados Unidos.

Al mismo tiempo, se ha desarrollado un estilo de vivir en comunidad confiando en la centralidad de la misión más que en una estructura comunitaria formada solamente por Hermanas.

Queremos también por el presente rendir nuestro homenaje y reconocimiento a tantas Hermanas Misioneras que trabajan en el anonimato y que aceptan el reto de emprender nuevas sendas y hacer posible las nuevas iniciativas cabrinianas, a los laicos colaboradores, a los Voluntarios y a las Misioneras Laicas Cabrinianas.

Entre estas Hermanas aludidas en el párrafo precedente debemos mencionar a la Superiora General Madre Lina Colombini que es actualmente la máxima autoridad a nivel mundial de la Congregación de las Misioneras del Sagrado Corazón residente en Roma y a la Hermana Stella Maris Elena que es la máxima autoridad en la República Argentina.

Finalmente, debemos expresar que, así como la Madre Cabrini manifestó solidaridad con los emigrantes italianos, que eran en aquel tiempo un símbolo concreto de marginación; hoy la Misión Cabriniana se encuentra orientada hacia los inmigrantes y los refugiados de las distintas sociedades, los niños abandonados, las mujeres explotadas y maltratadas, los mayores, los jóvenes, los enfermos y las familias, brindando a todos su apoyo y contención.

Es por todas estas razones que solicitamos a nuestros pares la aprobación del presente proyecto de declaración.

Liliana T. Negre de Alonso.

FUENTE: LA GACETA DEL VULPIANI